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Espero que disfrutéis con su historia.
Un día fui a una tienda y vi una zapatilla tan bonita… La zapatilla era blanca y verde. Quise comprármelas, pero en la zapatería me dijeron que no podía ser porque la zapatilla estaba desemparejada, no tenía compañera. Le dije a mi madre que nos fuéramos a casa. Cuando llegamos a casa fui corriendo a mi habitación y, muy triste por no poder tener mis zapatillas, me acosté.
La zapatilla blanca y verde tampoco era feliz, le faltaba algo y no sabía qué era. Se hizo de noche y la zapatilla se puso a dormir. De repente apareció una carta. La zapatilla se despertó y en la carta decía: dile a Marta que eres una zapatilla mágica. La zapatilla no sabía que Marta era yo, cuando lo descubrió ya era de día y salió a buscarme, pero tuvo un problema: mis padres y yo habíamos salido en el coche. La zapatilla vino corriendo detrás de nosotros y entró por la ventanilla y me dijo:
— Hola soy mágica.
Llegamos a la playa, La zapatilla vio a un perro precioso negro y marrón que se llamaba Titi y se hicieron amigos. Se fueron a pasear juntos. Cuando iban a cruzar el río apareció un mago y les dijo:
— Ni es cara ni es col ¿cuál es la suma de los dos?
La zapatilla y Titi contestaron:
— Caracol.
Y siguieron andando.
Llegaron al bosque. El bosque tenía demasiados árboles. Allí vieron una casita y entraron. El dueño de la casa era un conejo malvado. Era gris, tenía unas orejas pequeñitas y unos dientes afilados, porque era malvado. El conejo atacó de pronto a la zapatilla que, del susto, perdió el conocimiento. Gracias a Dios que apareció su amigo Titi y comenzó a lamerla para curarla. La zapatilla se recuperó poco a poco. El perrito se zampó de un bocado al conejo malvado y descubrió que en un armario tenía escondida a la compañera de su amiga zapatilla.
Por fin se juntaron las dos zapatillas y la primera se dio cuenta de que su compañera era lo que le faltaba para ser feliz. Emprendieron el viaje de regreso a su zapatería de Castro Caldelas para ver si yo las compraba. Cuando iban tan felices por el camino, aparecieron más conejos malvados. Las zapatillas empezaron a saltar encima de ellos y el perro los arañó (no se los comió porque ya estaba muy lleno). Los conejos se asustaron y salieron corriendo.
Por fin las zapatillas regresaron a su zapatería, donde yo las encontré de nuevo, las compré y ellas me contaron toda esta historia. ¿Sabéis cuáles son los poderes de mis zapatillas? Otro día os lo contaré…
Y COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO
La zapatilla blanca y verde tampoco era feliz, le faltaba algo y no sabía qué era. Se hizo de noche y la zapatilla se puso a dormir. De repente apareció una carta. La zapatilla se despertó y en la carta decía: dile a Marta que eres una zapatilla mágica. La zapatilla no sabía que Marta era yo, cuando lo descubrió ya era de día y salió a buscarme, pero tuvo un problema: mis padres y yo habíamos salido en el coche. La zapatilla vino corriendo detrás de nosotros y entró por la ventanilla y me dijo:
— Hola soy mágica.
Llegamos a la playa, La zapatilla vio a un perro precioso negro y marrón que se llamaba Titi y se hicieron amigos. Se fueron a pasear juntos. Cuando iban a cruzar el río apareció un mago y les dijo:
— Ni es cara ni es col ¿cuál es la suma de los dos?
La zapatilla y Titi contestaron:
— Caracol.
Y siguieron andando.
Llegaron al bosque. El bosque tenía demasiados árboles. Allí vieron una casita y entraron. El dueño de la casa era un conejo malvado. Era gris, tenía unas orejas pequeñitas y unos dientes afilados, porque era malvado. El conejo atacó de pronto a la zapatilla que, del susto, perdió el conocimiento. Gracias a Dios que apareció su amigo Titi y comenzó a lamerla para curarla. La zapatilla se recuperó poco a poco. El perrito se zampó de un bocado al conejo malvado y descubrió que en un armario tenía escondida a la compañera de su amiga zapatilla.
Por fin se juntaron las dos zapatillas y la primera se dio cuenta de que su compañera era lo que le faltaba para ser feliz. Emprendieron el viaje de regreso a su zapatería de Castro Caldelas para ver si yo las compraba. Cuando iban tan felices por el camino, aparecieron más conejos malvados. Las zapatillas empezaron a saltar encima de ellos y el perro los arañó (no se los comió porque ya estaba muy lleno). Los conejos se asustaron y salieron corriendo.
Por fin las zapatillas regresaron a su zapatería, donde yo las encontré de nuevo, las compré y ellas me contaron toda esta historia. ¿Sabéis cuáles son los poderes de mis zapatillas? Otro día os lo contaré…
Y COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO
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